Ayer mi primogénita cumplió cuatro años, cuatro años...
Cuatro años desde mi primer parto. Cómo pasa el tiempo, y no en vano, porque Anto se ha ido transformando maravillosamente en una niña inteligente, tierna, independiente en algunas cosas, muy regalona en otras, amante de su familia, loca por el ballet y -ahora- las My Little Pony, y mil detalles más, que la hacen mi niña especial.
Y más en lo íntimo, desde el útero hasta el canal del parto, desde el corazón hasta el cerebro que guarda los recuerdos de ese día, también cumplo cuatro años de maternar, cuatro años de una nueva dimensión que me ha hecho más paciente y menos rígida, con más amor en mi corazón para entregar, más conciente de mi cuerpo y mis emociones, más mujer (no digo que las que no han parido hijos sean menos mujeres, hablo de mí en particular).
Recuerdo el tiempo de ese embarazo, no fue nada fácil, los primeros 4 meses llena de nauceas y vómitos, y los 9 meses llena de temores, miedo a lo desconocido, a la etapa que se venía, a que no se diera esa conexión mágica con mi bebé. No culpo a la mujer de ese entonces, no era madre, no tenía como saber que la conexión la arrastraría a uno de los amores más grandes que existen: el amor de madre.
En algunos momentos siento que se van cumpliendo etapas, y hoy creo que comienzo con una nueva, aprender a despegarme un poco de mi niña, más que por gusto, para darnos más espacio, porque ella lo necesita, y porque debo aprender que la distancia física no implica "perder" al ser amado (no es que se vaya a otro lado, solo estamos planeando que se quede unos días con sus abuelos; es que en estos 4 años, sólo hemos dormido en casas distintas cuando nació mi hijo menor). Lecciones mutuas, siempre que nuestro niños aprenden algo nuevo, también lo hacemos nosotros como padres.
Por otro lado ella trata de mostrarnos que está más grande, pero algunas veces se me acurruca y me pregunta si aun es mi bebé, cómo explicarle que lo seguirá siendo toda la vida... Y es que con mi hija tenemos una conexión tan especial y única, que a veces me desconciertan mis emociones, este desbordar de amor, es increíble, mágico, milagroso, sobrenatural.
Del día del parto y del parto mismo no me acuerdo tanto, y los momentos de intenso dolor físico prefiero no evocarlos, estaba asustada y no me tocó el ambiente más protegido en la maternidad de la clínica, pero el regalo de su vida sanó todo y después me sentía tan valiente, y con ganas de no volver a soltar a esa pequeñita mía. Del desorden hormonal postparto, solo puedo decir que todo se fue ordenando, y que mucho se debió a ese amor que brotó a raudales y me pilló de sorpresa, me envolvió y me transformó.
Sólo me resta decir GRACIAS DIOS por mi niña, por este amor sobrenatural, porque has cuidado de esta #Familia4 !!